BUENOS AIRES.- Una joven tomó dos sesiones de cama solar en un establecimiento del barrio de Villa Pueyrredón y terminó deshidratada y con su piel quemada. Debió ser internada.
“Lo cuento porque de verdad la estoy pasando muy mal. Es insoportable el dolor, tengo el 90% del cuerpo quemado en carne viva. No puedo dormir, ni sentarme, ni siquiera puedo parpadear porque me queme hasta los párpados, no puedo vestirme sola”, detalló.
Según relató, el jueves se acercó a un solarium donde había una promoción de “dos por uno”, la cual podía ser utilizada por una misma persona o dos. Ella decidió hacer ambas sesiones, aunque le advirtieron que “iba a quedar un poco roja”. Tenía un casamiento el sábado y consideró que el enrojecimiento se le iba a pasar en dos días.
Paula ya había ido en otras oportunidades a camas solares pero aseguró que jamás le pasó algo como lo que le ocurrió esta vez.
Cuando salió del solarium todo estaba bien, pero dos horas después su piel comenzó a ponerse muy colorada. “A las 3 horas tenía fiebre y temblaba como si hicieran 10 grados bajo cero. Me bajaba la presión, quería vomitar, no podía tomar líquido ni comer”, contó la joven.
La noche del jueves, Paula durmió como pudo. Al día siguiente todo empeoró. “Apenas me levanté casi me desmayo por una bajada de presión y muchas ganas de vomitar. Tenía que ir a cursar al hospital y no me podía ni sacar el pantalón, ni caminar, ni extender las piernas así que decidí ir a la guardia”, relató. En la guardia, le dijeron que vaya al Hospital de Quemados, ya que le indicaron que era el mejor lugar para asistirla.
En el Hospital de Quemados, un médico ordenó realizarle un hematocrito porque la veía deshidratada. Mientras esperaba los resultados, se quedó en una cama de guardia y le aplicaron cremas, lo que le generó bastante alivio.
Cuando llegaron los resultados se comprobó que efectivamente estaba deshidratada, por lo que le inyectaron suero. También le dijeron que aunque las quemaduras eran superficiales eran muy fuertes, y que quizás tendrían que internarla.
Finalmente, luego de aplicarle analgésicos por vía intravenosa y más suero, esperó unas horas y la dejaron irse a su casa, pero con control obligatorio para los días subsiguientes.
“No vale la pena para nada someterse a esa pelotudez solo por un poco de color. Y si van, vayan a un lugar que sepan y les digan no, no te lo hago porque sos muy blanca o porque te puede hacer mal. No lo volvería a hacer”, escribió la joven.
“Que no sea que por un peso más, te arruinen el cuerpo. La saqué barata hasta ahora porque no se me hicieron ampollas, si no estaría internada hasta Dios sepa cuando se me cicatrizara todo eso. Hoy voy, sin saber si me dejan o me voy, que no le pase a nadie más”, aconsejó.